La historia del desaparecido TEATRO BARBIERI

Un 30 de diciembre de 1880 se inauguraba en Madrid el El teatro Madrid. Fué edificado en el madrileño barrio de Lavapiés, en la calle de la Primavera.

Su autor, el arquitecto Francisco de Urquiza, lo concibió más como auditorio de conciertos que como modesto teatro de barrio. Su audaz diseño lo convirtió en uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de hierro y cristal de la capital.

Su gran salón rectangular estaba coronado con una bóveda de hierro y cristal con unos paneles deslizantes en la cubierta del edificio que ofrecían la posibilidad de dejar el teatro al aire libre durante las noches veraniegas. La decoración era atrevida, propia de la época, con fondos cubiertos de papel carmesí y antepechos blancos y dorados.

Tenía capacidad para 1200 espectadores, ademas de café, camerinos, oficinas y almacenes. Se estrenó con el sainete «Los celos del tio Macaco» y un apropósito del actor Pascual Alba con música de Jiménez Leyva.

Cuando en 1894 muere el maestro Francisco Asenjo Barbieri, considerado como el padre de la zarzuela, el Teatro Madrid pasó a llamarse Teatro Barbieri en su honor. Un cambio de nombre que terminó de convertirlo en catedral del genero de variedades de Madrid.

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Por allí pasó ese mismo año de 1894 la vedette alemana Augusta Bergé, primera artista de su género que alcanzó fama en Madrid. En el Barbieri cantó “La pulga”, canción cuya letra (entonces en italiano) estaba salpicada de frases de doble sentido que Augusta acompañaba con movimientos pícaros y desenfadados en busca del insecto por todo su cuerpo, y que causó sensación en la época. Con el tiempo ésta melodía sería traducida a todos los idiomas dado el éxito que obtuvo. La versión española fue estrenada por Pilar Cohen en el Royal-Kursaal de Madrid.

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La Pulga. Pilar Cohen. 1910

Pero el teatro Barbieri no sólo acogió espectáculos teatrales y musicales. Su localización y espacio fue usado también como salón de baile, como frontón y para actos políticos. En él se celebraban numerosos mítines políticos socialistas y republicanos, asambleas gremiales, actos reivindicativos y espectáculos cuya finalidad era la recaudación de fondos para familias de obreros sin trabajo. Incluso Pablo Iglesias, fundador del PSOE, dió allí algún mitin.

A principios del siglo XX un incendio acabó con el teatro. Cuentan las crónicas que alguien dejó un cigarro mal apagado sobre el diván de uno de los palcos; de madrugada comenzó a arder, despertando al conserje del teatro que tenía su vivienda en el mismo edificio y que no pudo hacer otra cosa que avisar a los bomberos. Su esposa y los cinco hijos de la pareja, que habían quedado atrapados por el fuego en la vivienda, tuvieron que ser rescatados por un vecino albañil que trajo una escalera de mano. El incendio estuvo a punto de afectar a las casas colindantes, cuyos ocupantes tuvieron que desalojarlas sacando sus muebles y enseres a la calle, que fueron custodiados por la Guardia Civil. El espectáculo en cartel en el momento de los hechos era un “music-hall” con la artista Antinea, quien perdió gran parte de su vestuario en el trágico accidente.

Tras el incendio volvió a abrir, pero nunca volvió a recuperar su brillo como teatro. Hasta la década de los treinta fué salón de baile hasta las nueve de la noche y desde las once hasta la madrugada ofrecía espectáculos de varietés.

Hoy día no queda rastro alguno del teatro, pero si de su nombre, ya que muy cerca está el Nuevo Café Barbieri, junto a la plaza de Lavapiés, en la calle Ave María. Fue inaugurado en 1902 por Ángel Orejas. Ofrecía comidas a domicilio: huevos, café, paellas, vino, y también se hizo popular por las concurridas partidas del juego de cartas denominado Gilé (‘café de gileistas’).

El Barbieri, camuflado como Café Oriental, sirvió de escenario para la película «El Sur» dirigida en 1983 por Víctor Erice. También aparece en «Travesuras de la niña mala» la novela de Mario Vargas Llosa. Desde los años ochenta albergó tertulias, recitales de música y exposiciones de fotografía y pintura. En 2015 reabrió con la intención de darle la vida que tenía en sus años más dinámicos. En el podemos encontrar comida española, vermut en grifo, cervezas artesanas y una programación continua de música en directo y actividades culturales.

Café Barbieri.
Café Barbieri.

Lo mejor de todo, que aun conserva gran parte del aspecto que tenía hace 100 años, con sus divanes y sus mesas de mármol, las molduras del techo, las columnas, los espejos en las paredes y la musa Erato que sigue obervando desde la altura todo lo que allí sucede.

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