Francesca Woodman consiguió convertir sus imágenes en un pensamiento fugaz, sincero, femenino y oscuro sobre su vida.
El paso del tiempo y la mujer están presentes en su obra. Con una fuerte influencia artística desde su más tierna infancia. De padre pintor y madre escultora. Uno de los grandes regalos que recibió de su padre fue su primera cámara, una Yashica. La misma que utilizó casi siempre a lo largo de su prodigiosa trayectoria.
Woodman nos ha dejado un legado de figuras femeninas borrosas, sombras, estancias apagadas y viejas. Una bella aura fantasmal, con objetos extraños y desnudos que aparecen y desaparecen. Diseñó libros con sus fotos, pero sólo se publicó uno de ellos: Algunas geometrías interiores desordenadas, en 1981.
Francesca Woodman decidió acabar con su vida despidiéndose:
«Un día más desperté sola en estas sillas blancas. Un instante entre muchos, una transición hacia otra historia. Todo lo demás es un universo sugerido. Un cuento misterioso y evocador. Fin de la historia».