Zanahorias de cuatro patas, pepinos curvos, patatas raras…
¿A quién no le ha pasado verse en un supermercado escogiendo entre todas las verduras las piezas que nos resultan “más bonitas”?
La industria agroalimentaria nos convenció de que lo más bonito es mejor que lo feo. Uno de los resultados es que aproximadamente un 40% de la comida que se produce en el mundo se acaba desechando, 1.300 millones de toneladas de alimento al año que consideramos “raro”…
Eso pensaron hace muy pocos años Tanja y Lea y decidieron convencer a consumidores de todo lo que nos pueden ofrecer las frutas y verduras menos agraciadas, crearon una campaña en la web a nombre experimental de Culinary Misfits (inadaptados culinariamente) para concienciarnos a la sociedad de lo que supone la gran cantidad de alimentos que desechamos en el día a día. Ellas trabajan directamente con agricultores locales y usan esos vegetales “marginados” que los supermercados suelen rechazar en su cafetería en el barrio de Kreuzberg, Berlín.
«Para nosotras es importante mostrar el aspecto que tiene la naturaleza. Creemos que eso es algo que a día de hoy mucha gente ha olvidado» Tanja Krakowski
la misión es devolver el placer culinario a esos productos de la tierra, que por su formas raras se les cataloga como no vendibles. Productos que prefieren tirar a la basura o como mucho, usado para alimentar mascotas. Sin embargo Tanja y Lea lo colocan en el centro de sus platos mostrando toda su belleza singular, y los hacen protagonistas, los hacen únicos.
Y la gente guapa come fruta fea.
Isabel Soares es una ingeniera ambiental de 33 años que un día pensó en apostar por la fruta y la verdura con un aspecto feo mientras un tío suyo le decía que el 40% de las peras ni tan siquiera las recogía. –¿Para qué? Las van a tirar.– Y creó una cooperativa denominada Fruta Feia siendo su eslógan “Gente bonita come fruta fea”
“No juzgar la calidad por la apariencia” Isabel Soares
Desde que creara la cooperativa ya logró salvar mas de 170 toneladas de frutas y verduras que se hubieran acabado pudriendo en los campos o tratada como desperdicio por parte de distribuidores y vendedores.
Aún siendo una organización muy joven ya cuenta con la participación de unos 45 agricultores, son ellos mismos los que piden “salvar” esos alimentos “feos” que por razones estéticas se desprecian.